La creación de una relación de calidad entre el terapeuta y el cliente, centrada en el respeto, la aceptación plena, la empatía y la profesionalidad.

La consideración de que la persona dispone de recursos propios para autogenerarse salud. Por eso, en el trabajo terapéutico, potenciamos esos recursos y aportamos los apoyos necesarios para que la persona utilice su potencial de forma efectiva.

El reconocimiento de que la persona es la experta de su propia experiencia. Validamos a la persona y sus experiencias. Somos facilitadores del cambio. Generamos un clima interactivo y comunicativo, desafiando aquellas creencias o actitudes que invalidan y reducen sus posibilidades.

La focalización del trabajo terapéutico en aquello que la persona experiencia en el momento de terapia. Más que una mera expresión emocional, el acceso a la emoción supone acceder a información genuina del cliente, dotándola de un nuevo significado.

La concepción sistémica. Ponemos el énfasis en la dinámica de la comunicación, al considerar que la persona forma parte de un sistema –sí mismo, familia, grupo de pertenencia,…- en el cual cada elemento se encuentra en interacción continua con los demás.

La orientación a las soluciones, buscando producir los cambios necesarios para el bienestar genuino de la persona.